Y de repente una emoción intensa nos invade…felicidad, tristeza o un no sé qué que se anuda en la garganta. Notamos que algo estalla por dentro e inevitablemente estalla por fuera; lágrimas, que salen defensivamente de nuestros ojos y que desahogan la intensidad de lo que estamos sintiendo. Ahora bien; ¿Para qué sirven exactamente? ¿Qué función tienen?
Lejos de la irritación de los ojos al pelar una cebolla, poseemos la capacidad para derramar lágrimas. La mayoría de investigaciones apunta, que esta habilidad es propia del ser humano, todo y que hay controversia al respecto. Lo que está claro, y sin entrar en debate, es que nosotros lloramos desde que nacemos; ya sea de tristeza, impotencia, alegría…pero lloramos. Lo impresionante es que esta razón de ser cumple con una función biológica, social y psicológica muy importante. Este es el cometido que tiene el llanto y con él nos aventajamos una vez más en nuestra condición de supervivencia, adaptación y socialización.
Sabemos que cuando un agente externo entra en el ojo, éste segrega lágrimas a modo defensivo, dictadas por el cerebro que ha activado las glándulas lacrimales. Por lo tanto y en este sentido ya estaríamos hablando de una función puramente biológica. Pero yendo más allá y desde los otros puntos arriba mencionados, llorar implica más que eso. Desde el punto de vista psicológico podemos afirmar que esta acción nos trae bienestar proporcionándonos desahogo en momentos de angustia y tristeza. Llorar nos proporciona alivio cuando las circunstancias nos nublan el razonamiento. Ahora bien, lo verdaderamente interesante es el efecto socializador que proporcionan las lágrimas.
Las investigaciones provenientes de la universidad de Tel Aviv y desde la mano del biólogo Oren Hasson, cuyos estudios se han publicado en la revista Evolutionary Psychology, nos dan datos interesantes. Según él, llorar tendría una función social muy relevante debido a que al hacerlo estaríamos emitiendo señales de indefensión y sumisión lo que rebajaría el comportamiento agresivo y nos acercaría más a los demás. Esto es; llorar nos deja vulnerables haciendo que nuestros semejantes sean más empáticos con nosotros. Por consiguiente; esto reforzaría vínculos sociales y nos ayudaría a fortalecer las relaciones personales.
Hasson, asegura que el “llanto es un comportamiento muy evolucionado” y que derramar lágrimas podría ser un indicador de que nuestras defensas han bajado y que su función cumple con el apego emocional y el reforzamiento de vínculos personales. Cabe destacar que este investigador agrega que esto depende de con quien se compartan a las lágrimas o la situación en qué se den. Esta función a la vez es comunicativa, como vemos por ejemplo en los bebés en su reclamo de atención o la necesidad de decir algo, a través del llanto. (Tomado del artículo Multifusión psicologica del llanto de Nuria Costa)